(un sueño de película)
Venia en un ómnibus (colectivo
digamos), cuyo destino me era indiferente. Ciudad de Buenos Aires,
tiempo tormentoso y húmedo, casas grises o de escaso colorido,
planas (como un paisaje urbano de Torres García), algunos árboles
que no importan, apenas pinceladas que pasan delante de vidrios
empañados...
De pronto en una parada cualquiera sube un hombrecito, con la izquierda abrazado a un viejo portafolio de cuero, mientras la mano derecha, llena de monedas, se levanta hacia el aparatejo aquel, cuyo embudo las va tragando a cuenta de un prometido boleto de ida. Se lo ve nervioso, pequeñas gotas de sudor tintinean en su frente cuando recoje, una vez más, las monedas que han seguido de largo por las tripas de la máquina y caído como diarrea en la bandeja inferior. --¡Carajo!¡La puta madre! --dicen sus labios cuando mira a los lados como pidiendo ayuda...
De pronto en una parada cualquiera sube un hombrecito, con la izquierda abrazado a un viejo portafolio de cuero, mientras la mano derecha, llena de monedas, se levanta hacia el aparatejo aquel, cuyo embudo las va tragando a cuenta de un prometido boleto de ida. Se lo ve nervioso, pequeñas gotas de sudor tintinean en su frente cuando recoje, una vez más, las monedas que han seguido de largo por las tripas de la máquina y caído como diarrea en la bandeja inferior. --¡Carajo!¡La puta madre! --dicen sus labios cuando mira a los lados como pidiendo ayuda...
--¡Pero carajo!--me digo yo--¡A este
tipo lo conozco! Es... ¡claro!... el mismísimo Danny DeVito!!--
Bueno, qué puede tener de raro?
Después de todo, en mis sueños he viajado con muchos famosos:
Gandhi, Émerson, Gervacio Artigas y tantos otros. Juntos o
separados. Ahora era Danny...
En el quincuagésimo intento logró por
fin que la última monedita fuese aceptada por el sistema, que la
digestión electro-mecánica hiciera su pequeño eructo y la ranura
largase el postergado boleto. Entonces Danny se enjuagó el sudor de
la frente y comenzó a dar pasos más largos que sus propias piernas
en dirección al fondo del ómnibus (colectivo, perdón) pero
agachándose paso por medio a mirar por las ventanillas hacia
afuera... (qué carajo miraría?) Llegó a mi lado y me miró, entre
nervioso y con ganas de soltar la risa. Quería decir que me corriera
y le dejara sentar sobre el pasillo. Cosa que hizo empujándome de
costado con su popa para quedarse enseguida como ensimismado entre
tics y temblores sudorosos. Con frecuencia miraba el reloj, uno
grandote y ridículo como para un payaso, miraba el reloj y tragaba
aire ansioso... Pobre hombre!. Después movía los labios como
hablando con alguien (se me ocurrió que con Tom Hanks). De pronto
salió disparando sus piernitas hacia adelante, se le apersonó al
chófer y le espetó varias ráfagas habladas que el ruido me impidió
escuchar, y volvió al asiento. Pero por poco tiempo. Porque
enseguida, ni bien vio que un camión recolector de basura nos
cruzaba en sentido opuesto, saltó de nuevo, pero gritando ahora:
–Es
ese, ha de ser, hideputa, allá va, párenlo, me bajo, acá me bajo,
chofer parEEEEE!!!!!!
Lo maravilloso fue que el chofer clavó
los frenos e hizo que la puerta se abriera. Danny se tiró al medio
del tránsito y a los gritos comenzó a correr al camión de la
basura que había seguido con su lenta rutina de recoger los tachos.
Con los gritos alertó a un patrullero que giró en redondo sobre una
vereda con pocos transeúntes y comenzó a seguirle. Le alcanzó
cuando ya DeVito se había subido al pescante del camión empujando a
un operario y golpeaba el costado del vehículo con un fierro que
colgaba de una cadena.
Me bajé del ómnibus para no perderme
detalles. Vi cómo del patrullero se bajó un uniformado que hizo
gestos como de reprochar conductas inapropiadas. Pero vi también,
mientras trataba de acercarme, que DeVito lejos de callarse, le
gritaba al policía y seguía armando barullo con los golpes sobre el
camión. Y vi que el milico se adelantaba hasta la puerta de la
cabina y se subía al estribo para gritar desde allí hacia adentro.
(Qué gritaría no se...) Y a continuación...
Cuando me faltaba cinco metros para
llegar... El miliquito vuelve al patrullero, éste prende su sirena y
comienza a seguir al camión de la basura que ahora avanzaba con tres
hombres en el pescante a creciente velocidad... Me quedo como un
boludo entre los autos... recapacito, esto no parece tener sentido.
Está bien que pueda ser un sueño pero igual... hasta los sueños
tienen sentido, según Freud.
Así que subo a la vereda de la plaza
que veo enfrente. Me siento en un banco húmedo y gris... había
comenzado a lloviznar...
...de pronto se me hace la luz. La
imágenes del caleidoscopio detienen la danza y se aquietan en un
rompecabezas armado. Veo a Danny DeVito bajándose del estribo de
aquel camión allá en un decampado hediondo de Dock Sud. Un gran
campo de basura. Veo que el camión vuelca su contenido justo
enfrente de donde se ha parado el patrullero. Veo que Danny se tira
sobre la basura y comienza a escarbar y escarbar con desesperación,
como si quisiera rescatar a un ser querido enterrado debajo de la inmundicia...!