jueves, 19 de noviembre de 2015

Danny DeVito en el Dock

(un sueño de película)

Venia en un ómnibus (colectivo digamos), cuyo destino me era indiferente. Ciudad de Buenos Aires, tiempo tormentoso y húmedo, casas grises o de escaso colorido, planas (como un paisaje urbano de Torres García), algunos árboles que no importan, apenas pinceladas que pasan delante de vidrios empañados...
De pronto en una parada cualquiera sube un hombrecito, con la izquierda abrazado a un viejo portafolio de cuero, mientras la mano derecha, llena de monedas, se levanta hacia el aparatejo aquel, cuyo embudo las va tragando a cuenta de un prometido boleto de ida. Se lo ve nervioso, pequeñas gotas de sudor tintinean en su frente cuando recoje, una vez más, las monedas que han seguido de largo por las tripas de la máquina y caído como diarrea en la bandeja inferior. --¡Carajo!¡La puta madre! --dicen sus labios cuando mira a los lados como pidiendo ayuda... 

    --¡Pero carajo!--me digo yo--¡A este tipo lo conozco! Es... ¡claro!... el mismísimo Danny DeVito!!--

    Bueno, qué puede tener de raro? Después de todo, en mis sueños he viajado con muchos famosos: Gandhi, Émerson, Gervacio Artigas y tantos otros. Juntos o separados. Ahora era Danny...

    En el quincuagésimo intento logró por fin que la última monedita fuese aceptada por el sistema, que la digestión electro-mecánica hiciera su pequeño eructo y la ranura largase el postergado boleto. Entonces Danny se enjuagó el sudor de la frente y comenzó a dar pasos más largos que sus propias piernas en dirección al fondo del ómnibus (colectivo, perdón) pero agachándose paso por medio a mirar por las ventanillas hacia afuera... (qué carajo miraría?) Llegó a mi lado y me miró, entre nervioso y con ganas de soltar la risa. Quería decir que me corriera y le dejara sentar sobre el pasillo. Cosa que hizo empujándome de costado con su popa para quedarse enseguida como ensimismado entre tics y temblores sudorosos. Con frecuencia miraba el reloj, uno grandote y ridículo como para un payaso, miraba el reloj y tragaba aire ansioso... Pobre hombre!. Después movía los labios como hablando con alguien (se me ocurrió que con Tom Hanks). De pronto salió disparando sus piernitas hacia adelante, se le apersonó al chófer y le espetó varias ráfagas habladas que el ruido me impidió escuchar, y volvió al asiento. Pero por poco tiempo. Porque enseguida, ni bien vio que un camión recolector de basura nos cruzaba en sentido opuesto, saltó de nuevo, pero gritando ahora:

    –Es ese, ha de ser, hideputa, allá va, párenlo, me bajo, acá me bajo, chofer parEEEEE!!!!!!

    Lo maravilloso fue que el chofer clavó los frenos e hizo que la puerta se abriera. Danny se tiró al medio del tránsito y a los gritos comenzó a correr al camión de la basura que había seguido con su lenta rutina de recoger los tachos. Con los gritos alertó a un patrullero que giró en redondo sobre una vereda con pocos transeúntes y comenzó a seguirle. Le alcanzó cuando ya DeVito se había subido al pescante del camión empujando a un operario y golpeaba el costado del vehículo con un fierro que colgaba de una cadena.
    Me bajé del ómnibus para no perderme detalles. Vi cómo del patrullero se bajó un uniformado que hizo gestos como de reprochar conductas inapropiadas. Pero vi también, mientras trataba de acercarme, que DeVito lejos de callarse, le gritaba al policía y seguía armando barullo con los golpes sobre el camión. Y vi que el milico se adelantaba hasta la puerta de la cabina y se subía al estribo para gritar desde allí hacia adentro. (Qué gritaría no se...) Y a continuación...

    Cuando me faltaba cinco metros para llegar... El miliquito vuelve al patrullero, éste prende su sirena y comienza a seguir al camión de la basura que ahora avanzaba con tres hombres en el pescante a creciente velocidad... Me quedo como un boludo entre los autos... recapacito, esto no parece tener sentido. Está bien que pueda ser un sueño pero igual... hasta los sueños tienen sentido, según Freud.
    Así que subo a la vereda de la plaza que veo enfrente. Me siento en un banco húmedo y gris... había comenzado a lloviznar...

    ...de pronto se me hace la luz. La imágenes del caleidoscopio detienen la danza y se aquietan en un rompecabezas armado. Veo a Danny DeVito bajándose del estribo de aquel camión allá en un decampado hediondo de Dock Sud. Un gran campo de basura. Veo que el camión vuelca su contenido justo enfrente de donde se ha parado el patrullero. Veo que Danny se tira sobre la basura y comienza a escarbar y escarbar con desesperación, como si quisiera rescatar a un ser querido enterrado debajo de la inmundicia...!