jueves, 13 de noviembre de 2014

La Cueva de Guers



Si no fuésemos tan agresivos nuestra especie hubiese perecido ante el embate de las otras. Pero nuestra agresividad necesitó también de inteligencia para poder contrarrestar nuestra debilidad frente a enemigos enormes. Hoy mediante el desarrollo de esa misma inteligencia ustedes se defienden de otros animales invisibles, quizá más mortíferos que los Tigres Diente de Sable.

Pero no se puede vivir todo el tiempo en pie de guerra, rompiendo cráneos y recibiendo heridas. Al caer la noche huíamos de la oscuridad llena de ojos y nos refugiábamos en el grupo familiar, la comida , el fuego y muchas caricias que nos resultaban simpáticas.
(Afuera de la cueva el rugido de las bestias continuaba...)
De todas maneras la cueva era ese paraíso que ustedes llamaron amor o sexo y que nosotros no llamábamos de ninguna manera puesto que todavía no terminábamos de inventar las palabras. Estábamos en eso pero casi sin darnos cuenta. A la más tetonas de la tribu le llamábamos apenas con un gruñido cariñoso que si se fuera a escribir seria así como: guers... Ruido que era acompañado por una inclinación de cabeza más o menos así. Y también con... bueno, a mi por ejemplo siempre se me llenaban los ojos de lágrimas, una especie de emoción, hoy lo comprendo.
En mi cueva, las tetas de Guers fueron nuestras primeras posesiones y la causa de nuestras primeras peleas. ¡Guers...! Tanto así que con ese mismo ruido empezamos a llamarle tanto a ella como a la masacre que se producía entre nosotros noche a noche, frente a unas cuantas mujeres muertas de risa. Quién las entiende? ¿No hubiese sido mucho mejor que ellas nos eligieran con un dedo, todos los días a uno distinto?
Yo por lo menos  lo hubiese aceptado, total... Al fin terminábamos siempre haciendo lo que ellas querían.
En cambio por las continuas disputas perdí tres muelas, dos costillas y una clavícula. Todo eso para no poder nunca acostarme con Guers.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El enanito del jardín


El Enanito de Jardín

hace pis entre las dalias

y vuelve presto

a reinar sobre el césped bien cortado.

Es de portland,

alambre

y pintura de puerta

¡qué asco de criatura!


Pero sonríe.

Mirando a lo lejos sonríe su éxito inmobiliario,

su porche y su césped...

¿Qué más se puede pedir?