Si no fuésemos tan agresivos nuestra
especie hubiese perecido ante el embate de las otras. Pero nuestra
agresividad necesitó también de inteligencia para poder
contrarrestar nuestra debilidad frente a enemigos enormes. Hoy
mediante el desarrollo de esa misma inteligencia ustedes se defienden
de otros animales invisibles, quizá más mortíferos que los Tigres
Diente de Sable.
Pero no se puede vivir todo el tiempo
en pie de guerra, rompiendo cráneos y recibiendo heridas. Al caer la
noche huíamos de la oscuridad llena de ojos y nos refugiábamos en
el grupo familiar, la comida , el fuego y muchas caricias que nos
resultaban simpáticas.
(Afuera de la cueva el rugido de las
bestias continuaba...)
De todas maneras la cueva era ese
paraíso que ustedes llamaron amor o sexo y que nosotros no
llamábamos de ninguna manera puesto que todavía no terminábamos de
inventar las palabras. Estábamos en eso pero casi sin darnos cuenta.
A la más tetonas de la tribu le llamábamos apenas con un gruñido
cariñoso que si se fuera a escribir seria así como: guers... Ruido
que era acompañado por una inclinación de cabeza más o menos
así. Y también con... bueno, a mi por ejemplo siempre se me
llenaban los ojos de lágrimas, una especie de emoción, hoy lo
comprendo.
En mi cueva, las tetas de Guers fueron
nuestras primeras posesiones y la causa de nuestras primeras peleas.
¡Guers...! Tanto así que con ese mismo ruido empezamos a llamarle
tanto a ella como a la masacre que se producía entre nosotros noche
a noche, frente a unas cuantas mujeres muertas de risa. Quién las
entiende? ¿No hubiese sido mucho mejor que ellas nos eligieran con
un dedo, todos los días a uno distinto?
Yo por lo menos lo hubiese aceptado,
total... Al fin terminábamos siempre haciendo lo que ellas querían.
En cambio por las continuas disputas
perdí tres muelas, dos costillas y una clavícula. Todo eso para no
poder nunca acostarme con Guers.