Libertad
Yo quise ser
prudente, no adelantarme, escuchar una a una cada palabra del
ciudadano, extraerles el sentido e ir acumulando en memorias
separadas (pero relacionadas) los distintos conceptos, las
argumentaciones en falso y los totales disparates.
Las respuestas
debían ser elaboradas en una segunda instancia, ya con todos los
datos sobre la mesa... pero fueron tantos y tan grandes los
disparates que decía aquel hombre que... bueno, me fui al carajo! De
pronto empecé a sentir que aquello no merecía tanto respeto, que el
mismo no se lo tenía y que yo... ¡Pero el tipo no se callaba! Y eso
me estaba empezando a hervir la sangre e hinchar las pelotas de una
manera fatal.
Tomé la guía
telefónica que tenía al lado y se la reventé en la cabeza. ¡Que
venga a decir que en este país no hay libertad de expresión...!